El fenómeno Fort importa, en la Argentina desequilibrada, más que la pelea entre el gobierno y Cobos. Por lo menos, eso revela el rating del domingo que arroja las elecciones de un público interesado en ver cómo Fort cacarea porque la gente con la que convive deja la ventana abierta permitiendo el feroz ingreso de los bichos a su orgiástica casa.
Un hombre que emerge en los medios como un mediático más pero que frente a los consejos alfanescos y a la simulación de querer ser el Fred Astaire del subdesarrollo termina, convirtiéndose, en un muñeco inflable que aburre por jugar el juego de la seriedad en la TV fantásticamente bizarra que lo supo conquistar.
Como el mejor exponente de la utilería masculina, Fort tiene como mayor atributo el exhibicionismo de lo material que lo conjuga con lo siempre visible. El típico prototipo de gimnasio al que lo persigue, de tanta “papota”, la temida flaccidez precoz.
A partir de su manera de presentarse ante el mundo, Fort antepone el dinero a lo artístico aunque lo niegue y “actúe” malestar. Se repliega o bien, se enarbola en su poder económico y lleva a la opacidad un talento que se demuestra y no se explica. Aunque se explica cuando se conoce, internamente, la carencia del mismo. (Ver Desencajados).
Igualmente, es un fenómeno que se consume porque estamos frente a una sociedad característicamente voyeur que absorbe todo aquello que está rodeado de perversión y morbo. Aquello que encierra dinero, mujeres, sexualidad y un despliegue jactancioso que brilla frente a un contexto en el que la miseria se acentúa aún más.
No es sinónimo, desde una de las vertientes de la sociología, que el alto nivel económico proporcione a la persona distinción social. Así, "el engrasado nocturno", es un exponente práctico de dicha teoría que tiene cinco lecturas:
- La añoranza del televidente que tiene un buen pasar y que apuesta por mucho más.
- La nostalgia del televidente que vive a través de lo que tiene el otro por limitaciones estructurales.
- La curiosidad antes mencionada producto del voyeurismo imperante.
- La visión de Fort, desde el análisis de medios, como un personaje de distracción que si pasa a ser el segundo alumno de Julio Chávez estará en el horno.
- Y la lectura más simple: a Fort se lo consume porque todos tenemos una Jelinek interior.
González Oro es, desde hace años, la estrella de Radio 10.
También vive enfrascado en la innecesaria pero compulsiva retórica del talento congénito. No ostenta dinero pero sí conocimiento. “Estuvo en todas partes y con todos”.
Oscar es un frecuente visitante de su Facebook. Acepta a gente que conoce y también, a sus fieles oyentes que arengan, con la parcialidad de todo fan, al conductor.
En ese espacio no tan privado como su camuchi, remarca datos de su vida. Cuándo se va, a dónde y cuando volvió. Privilegia Punta del Este como su espacio de remanso. Lugar también para dejarse llevar por sus ardientes pasiones. Transportarse en el éxtasis de dormir desnudo; de fantasear con las fantasías de los otros; y de fomentar sus propias ironías.
Deja ver su costado sensible, cachondo y mimoso. Tiene amigos, se une a grupos y se hace fan. Como una criatura busca la aceptación de sus “amiguitos”.
No le gusta la Venezuela de Chávez pero, tranquilamente, podría vivir bajo ciertas normas chavistas, ya que una de sus últimas publicaciones es la siguiente: Principio del formulario.
Oscar se ha hecho fan de “Cuidemos el agua: bañémonos de a dos”.
Algo que lo muestra coherente con lo que escribe y que le servirá para seguir adelante con su vertiginosa carrera olfativa. Porque como ya se dijo en el Blog notas pasadas, para González, que en una de esas es Oro, no hay nada mejor que saber olerse más y qué mejor bajo la ducha. Para ahorrar agua como quiere Chávez que no es Julio.
Nada más excitante que poder decirse mientras el agua corre por prominentes elevaciones corporales y luego de olfatearla cuan perro molesto, “Sos vos, te conozco, sos el mismo, sos aquel que…” con premeditado misterio de trampa.
Todo esto es lo que nos dan nuestros sagrados medios de comunicación en sus diferentes formatos.
Juntos y revueltos. Desencajados pero contentos, Fort y Oro, pueden unirse para conformar la versión 2010 de “Dos para una mentira” Con menos facha y varios kilos más que los protagonistas originales, ellos son la lícita y redituable mentira del talento.
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QUIEN NO COMPRENDE UNA MIRADA TAMPOCO COMPRENDERÁ UNA LARGA EXPLICACIÓN.
ResponderEliminarSimplemente, EXCELENTE. Nada que describa mejor a estos dos personajes.
ResponderEliminarLa pucha, sos un párroco no?, haaa que recuerdos de mis tiempos en la Iglesia, te tengo noticias, ya no somos los de antes, el palabrerio no logra esconder mas la intolerancia hacia todo aquello que no sea "moralmente" correcto, todos tenemos defectos, unos lo muestran y otros viven ocultándolo
ResponderEliminarque asco me da el negro choto de oscar gonzales oro!!!..negro de mierda aca en el sur no sos nada...cagado de hambree!!!!
ResponderEliminarChe anonimo quien carajo sos vos para decir eso. En primer lugar deberias saber escribir bien el apellido y en segundo lugar que se cague el sur. No tenes ni idea de lo que hablas, te mienten tanto que decis cualquier incongruencia.
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