Por Alfredo Leuco
Las granadas siguen estallando en la cara del gobierno. La huída de Enrique Albistur fue la crónica de un cortocircuito muy anunciado. Reemplazado de facto y luego formalmente por Alfredo Scoccimarro y con la elocuencia de Miguel Nuñez de mudanza a diputados, Albistur no tuvo otro camino.
Se dió el último gusto chicanero y en su renuncia parafraseó a Evita y dijo que “renunciaba a los honores”.
El viernes, en una mesa de kirchneristas recargados, le devolvieron la gentileza irónica y lo bautizaron “Cimiento”. Un ministro y un secretario de estado que no se atreven a decirlo delante de él lanzaron eso de Enrique Cimiento Albistur y le auguraron un amplio recorrido por Tribunales.
Ramal que para, ramal que cierra. Funcionario que se va del gobierno no recibe ni un llamado solidario de los que se quedan. Tienen miedo de contaminarse y quedar pegados.
Saben que Néstor es implacable.
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