jueves, 10 de diciembre de 2009

Nacha Guevara: El arte de la traición

Por Jorge Rial

Pobre Nacha. En tan sólo meses logró derribar un mito que le costó años de exilio edificar y explotar como una cocarda que la hacía diferente a los demás. Con una velocidad que asusta rompió los códigos del personaje que más le gusta interpretar y que más dinero le dio: Evita
Pensar que siempre se llenó la boca elogiando la figura de la abanderada de los humildes. Hasta le copió sus gestos en las pocas y pobres apariciones en su bochornoso derrotero político. Pero para ser Evita no basta con copiarle los ademanes, el vestuario o robarle frases. Habría que tener, por lo menos, una ráfaga mínima de su dignidad. Pero de eso ni hablar.

Su renuncia a su banca es una de las declinaciones más vergonzosas de la artista. Fue un engaño liso y llano. No tiene justificativos y ella no encuentra tampoco ninguno. Cree que sólo reuniéndose con Daniel Scioli o la presidenta Cristina Fernández ya está todo arreglado. Las explicaciones se las debe dar a la misma gente a las que les rogó por un voto. Sin la soberbia que la caracteriza. Con la humildad que no se le pegó en cada una de las interminables y soporíferas representaciones de Eva Perón.

Nacha no tiene nada que ver con ella. Ni a los tobillos le llega. Para renunciar, a Evita le tuvo que ganar el maldito cáncer. A Nacha la bajo sólo una derrota electoral y el íntimo convencimiento que el oficialismo ya no era un lugar acogedor para ella. Menos mal que es una de las que integran el selecto grupo de los artistas comprometidos y no una mediática que cambia de opinión con la celeridad del minuto a minuto.

Se llenó la boca criticando a Moria y hoy su agachada política la pone en un lugar para nada envidiable: la traición. No hay otra palabra para definir la actitud de Clotilde. La pueden dibujar, pueden traducirla al difícil lenguaje político y hasta aducir razones personales.

Como se le explica a los muchos o pocos que querían que la artista estuviera en su banca. Como le explica al Gobernador de la provincia de Buenos Aires que la confianza que deposito en ella fue un plazo fijo falso. Que se dejó seducir sólo para lograr que todos los habitantes de la provincia bancaran con su dinero su sueño cansador de ser Evita. Ojala que nunca más reciba un peso oficial para cualquiera de sus obras.

Porque sería reírse doblemente de la gente que la votó. Primero porque se bajó corriendo de su banca y después porque seguiría viviendo de las dadivas gubernamentales. Este tipo de actitudes no se pueden perdonar ni aceptar. Menos aún de alguien que se vendió como una artista comprometida con la realidad.

Perón decía que la única verdad es eso, la realidad. Para algunos artistas, la única verdad es la plata. No nos engañemos más. Lo más cerca que estuvo Nacha del pueblo fue con los extras que actuaban en su interminable obra de teatro. ¿Existirá el castigo para estas actitudes? ¿La gente volverá a creer en alguien que hizo del engaño una manera de hacer política?

Por lo pronto, que dé las explicaciones públicas que todos nos merecemos. Sin gritos, sin soberbia y sin la "miradita perdona vida" por encima del hombre. Pero sin libreto, son el resto de dignidad que aún le debe quedar.

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