«Yo ya nací maquillada» El círculo íntimo de la presidenta argentina,
Cristina Fernández de Kirchner, asegura que suele repetir esta frase para mofarse de las críticas a su excesiva dependencia de cremas, polvos y lápices labiales.
La afirmación también es aplicable a su personalidad y a su manera de ocuparse de ciertos asuntos. Ahora que la justicia husmea con desconfianza en los bienes del matrimonio Kirchner, Cristina y Néstor intentan, por todos los medios, «maquillar» los exagerados beneficios que sus negocios les han reportado en los últimos tiempos.
Tres jueces se disputan el privilegio de quedarse con la competencia para investigar el aumento patrimonial de la pareja más poderosa de Argentina. Tres denuncias en tres juzgados diferentes han desencadenado esta carrera entre los jueces
Rodolfo Canicoba Corral, Norberto Oyarbide y Julián Ercolini.Todo empezó el pasado 3 de julio, último día previsto por la
Oficina Anticorrupción de Argentina para presentar las declaraciones juradas, cuando la primera mandataria envió su informe patrimonial correspondiente a 2008.
El escándalo no se hizo esperar: el matrimonio Kirchner aumentó su capital en un 158,2% respecto del año anterior. Entre propiedades, coches, depósitos y acreencias, acumulan 46.036.711 pesos (algo menos de 8.400.000 euros), una cifra que multiplica casi por siete la riqueza que poseían en 2003, cuando Néstor llegó a la Casa Rosada (sede del Gobierno nacional argentino).
Si estos números totales llaman la atención, el análisis detallado de algunos puntos de la declaración jurada resulta inverosímil.
Un terreno de 2 hectáreas en El Calafate, uno de los lugares turísticos más exclusivos de la Patagonia argentina, que los Kirchner adquirieron al Ayuntamiento de esa ciudad por 6,50 pesos el metro cuadrado, fue vendido en 6.300.000 pesos, a 315 pesos por metro cuadrado.
También compraron en
El Calafate un hotel nuevo de 4.400 metros cuadrados, que se suma al otro establecimiento hotelero, El Sauce, que ya poseían.
En la valuación de la sociedad propietaria de este hotel, hay otro dato llamativo. En su informe patrimonial, Cristina Fernández declara poseer 371.232 pesos (casi 68.000 euros) en acciones, mientras que Néstor Kirchner ha declarado en su informe acciones por valor de 1.941.632 pesos (casi 354.000 euros).
Lo insólito es que ambos declaran ser titulares de un 45% de las acciones. ¿Por qué las acciones de Néstor tienen un valor casi cinco veces superior a las de Cristina?
Otro aspecto llamativo es el de sus
propiedades inmobiliarias y el producto de sus alquileres. En la declaración correspondiente a 2008, los Kirchner consignan haber facturado 14.525.800 pesos (cercano a los 2.650.000 euros) por la venta de 16 inmuebles que habían comprado, mayoritariamente en la ciudad
Río Gallegos, a precios irrisorios comparados con el valor al que han conseguido venderlos el pasado año. La casa de la esquina de Maipú y 25 de mayo, en Río Gallegos, fue adquirida en 2003 por 474.300 pesos (algo más de 86.000 euros) y vendida por los Kirchner, según su declaración jurada, en 3.170.000 pesos (algo más de 577.000 euros).
Se desconoce quién es el nuevo propietario.
A pesar de haberse desprendido de 16 inmuebles, el matrimonio ha declarado ingresos en concepto de alquileres cobrados por un valor de 10.302.700 pesos (más de 1.875.000 euros), mientras que en la declaración jurada de 2005, siendo propietarios de los 16 inmuebles que han vendido, dijeron haber ganado por los alquileres 276.793 pesos (más de 50.000 euros).
Todas estas propiedades están en Santa Cruz, la provincia que Néstor Kirchner gobernó entre 1991 y 2003, además de haber sido intendente (alcalde) de Río Gallegos entre 1987 y 1991.
Simultáneamente, Cristina Fernández fue diputada provincial en Santa Cruz entre 1989 y 1995, año en el que fue elegida como senadora nacional por Santa Cruz hasta 1997, cuando fue nombrada diputada por la misma provincia.
En 2001 regresó al senado hasta 2007, aunque a partir de 2005 ocupó su escaño en representación de la Provincia de Buenos Aires. Dejó el Senado en 2007 para ocupar la presidencia de la nación.
La afición de Cristina Fernández por el maquillaje, para la cara y para la vida, viene de lejos, como sus intentos por erradicar de su historia personal los aspectos que más le molestan.
Entre los datos que más se preocupa en ocultar está su propio padre, Eduardo Fernández. Es casi imposible encontrar datos sobre él y más difícil ver una imagen suya. La memoria de su progenitor ha sido borrada por Cristina y por su madre, Ofelia Wilhelm.
El abuelo paterno de la presidenta argentina, el asturiano Pascasio Fernández, llegó solo a Buenos Aires en 1920, donde aprendió el oficio de sastre. Tres años después arribó su novia, Amparo Fernández, también asturiana, con la que formó una familia. De esa unión nació Eduardo, el padre de Cristina, una figura que la presidenta ha ocultado siempre.
Fernández de Kirchner casi no ha hecho referencias al origen asturiano de sus abuelos. Sí los recordó el 9 de febrero pasado, cuando en visita oficial a España fue recibida por los Reyes en el Palacio Real. Esa noche, Cristina abrió su discurso recordando que tres de sus abuelos eran españoles, dos de ellos asturianos y, emocionada cuando fue condecorada por el Rey, aseguró que «me hubiera gustado esta noche ver sus caras. Se hubieran frotado los ojos y no lo hubieran podido creer».
También hizo alusión a su abuela asturiana en un discurso: «Me acuerdo de mi abuela, una vieja asturiana inmigrante que vino como todos los inmigrantes con una mano atrás y la otra delante a construir su vida en este país y siempre decía que es de bien nacido ser agradecido». Es todo lo que dice de sus abuelos, bastante más de lo que nombra a su padre.
Eduardo Fernández era chófer de autobús y llegó a tener una pequeña compañía de transportes, pero «El Colorado», como le llamaban, no gozó nunca del favor de su hija y siempre estuvo enfrentado con la madre de Cristina, Ofelia, que quedó embarazada de la futura presidenta cuando aún eran novios.
A pesar del escándalo que la situación provocaba en aquellos tiempos, Eduardo y Ofelia no formalizaron matrimonio hasta mucho después. Ambas mujeres guardaron por siempre un rencor agudo hacia Eduardo. Una por la soledad de los primeros años de maternidad; otra, por saber que Cristina no había sido deseada.
Cristina Elisabet (con S y sin H final figura en su DNI) nació el 19 de febrero de 1953 a pocos kilómetros de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Las imprecisiones que abundan en los primeros años de su vida llegan hasta no dejar claro su lugar exacto de nacimiento: Tolosa en unas biografías; Ringuelet en otras, dos localidades cercanas a La Plata pegadas entre sí que forman parte del Gran La Plata.
Las diferencias entre los padres de Cristina llegaban hasta las ideas políticas. Eduardo era un acérrimo votante de la
Unión Cívica Radical, feroz antiperonista. Ofelia era sindicalista, peronista y admiradora de Evita. Papá Eduardo murió de cáncer en 1982. Mamá Ofelia sigue viviendo en Tolosa, fanática del club de fútbol Gimnasia y Esgrima de La Plata, del que estuvo a punto de ser directiva y con cuya camiseta se la ve a menudo por su barrio.
Cristina acumula incógnitas. No hay mejor combustible para los rumores que el silencio del protagonista. CFK, como la llaman sus aduladores en obvia alusión a las siglas JFK (John Fitzgerald Kennedy), no confirma ni desmiente. Además de la falta de datos sobre su padre y su infancia,
nadie ha visto el título de abogada que supuestamente obtuvo en la Universidad Nacional de La Plata a pesar de los reclamos de numerosos medios de comunicación (se dice que está guardado en una caja fuerte de la Universidad con expresa prohibición presidencial de exhibirlo).
Poco se sabe de su hermana, Giselle, dos años menor, afectada de problemas psiquiátricos (los Kirchner le han prohibido hablar con la prensa, igual que a la madre de ambas). A pesar de los esfuerzos del matrimonio por hacer creer lo contrario, compañeros de militancia en su juventud aseguran que
Néstor y Cristina nunca estuvieron realmente comprometidos en la lucha armada con la organización Montoneros.
Esto, que podría ser un dato positivo en su carrera política, no estaría tan bien visto en el núcleo kirchnerista, donde los más altos cargos exhiben con orgullo su participación en la lucha armada de los años 70. Otro rumor la persigue desde que se presentó como candidata a la presidencia es la bipolaridad:
repentinos ataques de euforia sin motivo, sucedidos de fuertes depresiones inexplicables.
La riqueza del «matrimonio presidencial» provoca indignación en buena parte de una sociedad, que vive con el telón de fondo de una pobreza que, a pesar de lo que difunde el Gobierno, no decrece lo necesario.
El diario argentino «Perfil», en una iniciativa casi tragicómica típicamente argentina, ha desarrollado en su sitio de internet un contador para calcular cómo crece la riqueza de los Kirchner, siempre y cuando mantenga el ritmo de estos últimos años. La visión de los números cayendo en el contador impresiona.
La fortuna de los Kirchner se antoja necesaria para poder pagar los 50.000 dólares que Cristina porta en ropa, zapatos y joyas en cada una de sus presentaciones públicas, según una investigación que realizó «Perfil».
Mientras tanto, la Iglesia argentina acaba de denunciar que el índice de pobreza alcanza al 40% de la población.
Demasiados problemas para tapar con maquillaje.
Fuente: La Nueva EspañaNotas Relacionadas:
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